He visto que las personas no tienen información verídica del surgimiento de la cadena abarrotera más popular de México, así que les quisiera compartir.
Mamá Lucha es un mero personaje y no debería ser designado así, cual pinche Mamá Lucha, Mamasota Luz María, nacida de padres agricultores en Arandas Jalisco; cosechó agave hasta los trece años, un día sin aviso alguno tomó un camión hacia el antiguo Distrito Federal en la década de los 60 a sus dieciséis años, tras adaptarse a la vida cotadina estudió comercio en un colegio de la colonia Narvarte.
Para los años setenta comenzó con una cadena de comercio de abarrotes (que se llaman así porque son bodegas que “abarrotan” productos de uso común), la primer sucursal de la llamada Bodega Aurrerá S. de R.L. de C.V se fundó en la esquina de Simón Bolívar con Chimalpopoca en la Colonia Obrera, actual Ciudad de México.
Lejos de ser un ejemplo de mujer mexicana emprendedora y de implementar una metodología que sería clave para cadenas como; Wal-Mart, Soriana, el antiguo Gigante, Carrefour, etc. Era una señora de alto ejemplar, nalgona de ojos amielados, acostumbraba a presentarse a las juntas de socios con trajes de sastre echos a la medida, recalcaban entre el tejido su silueta pronunciada, una cintura perfilada, el culo bien puesto con sus curvas bien definidas, entre las piernas esa curvita de cuando los muslos se meten entre el culo, una línea perfecta en su abdomen, pues era de Jalisco la señora, estaba riquísima.
María Luz murió el 27 de Agosto de 2012 a los 68 años de edad por un ataque cardiaco, sus restos residen en el Panteón de Dolores en la CDMX.
Naturalmente nada de lo que digo es puta verdad pero si así fuera uno estaría muy orgulloso, pero bueno, fantasear tampoco es pecado.
Queda claro, de cualquier forma, que Mamá Lucha si está bien ricota y si te anda quitando lo pendejo.
Dios los bendiga, adjunto abajo imagen que inspiró todo este cuento.
¿En el proceso de digitalización podrían cambiar el nombre de la ciudad? No me parecería correcto porque básicamente estarías editando la historia y eso genera un desmadre.
Hola amig@s, esta vez decidí publicar el inicio del segundo episodio un poco más rápido porque tardé como dos semanas en postear el anterior. Sin mucho que decir, espero que les guste este episodio, y que no duden en comentar aspectos que les gusten o errores que encuentren ;)
Aquí les dejo la primera,
segunda ,
tercera y
la última parte del Episodio anterior, por si la historia les interesa y desean leer desde el principio.
EPISODIO 2: RENEGADOS CAPÍTULO 1 Tesa se retorcía sobre la fría camilla de aluminio, atrapada por los gruesos grilletes metálicos que le arrebataban casi cualquier capacidad para moverse. Las luces color blanco estéril del laboratorio le penetraban los ojos incluso aunque los tuviese cerrados.
— Que no se mueva. — dijo una voz anciana fuera de su rango de vista. Lo conocía bien, no era la primera vez que lo escuchaba. — ¿Eso es lo más apretado que pueden quedar?
— Sí, los cinturones de cuero no la podían mantener quieta tampoco. — Dijo una segunda voz, una más joven. La otra era ronca, bruta, pero esta sonaba suave. Todavía no podía asignarle una imagen mental.
— Por favor, me duele mucho, por favor ya no. — suplicó Tesa como aguantando el nudo en su garganta, soportando el intenso calor emanar de cada uno de sus huesos, como si sus músculos llevaran aceite caliente en vez de sangre. Sus labios secos apenas y se humectaban por el sudor que rodaba de su frente.
— No entiendo por qué no nos permiten cerrarle la boca con pegamento. No puedo trabajar con tanto ruido. — Dijo la voz del anciano a la vez que entraba en su campo de visión, revelándose como un señor canoso, con más arrugas en sus ojos que pelos en su calva. — Solo va a ser una más y ya… Si tu cuerpo reacciona como esperamos. Si fallamos, tendremos que hacerlo de nuevo, así que intenta hacerlo bien esta vez.
Tesa tragó saliva, estaba hiperventilando. Intentó calmar su respiración y perder su mirada en el techo, pero la luz apenas y le permitía voltear un instante antes de encandilarla por completo. Cerró sus ojos, podía escuchar el latir de su corazón.
No, normalmente no era así, la luz no la cegaba de esa manera, eran sus ojos los que estaban sensibles. Sus ojos, sus huesos y todas las capas de su piel, podía sentir el tacto entre los dedos de sus pies, incomodándola incluso más que el frío metal de la camilla que se traspasaba por su delgado atuendo hospitalario.
«Que se acabe rápido, por favor, que se acabe rápido — pensó mientras intentaba apretar sus puños, pero la debilidad apenas le permitía cerrar su mano. — Que se acabe rápido, que se acabe rápido…»
— Preparando la tercera intervención intranerviosa. — Dijo la voz más suave.
Tesa lo escuchó cerca de ella. Al abrir los ojos vio un hombre moreno y delgado sujetando una jeringa que apenas de verla le provocó náuseas, ya que tan solo la aguja medía lo mismo que la mano abierta del hombre, y el resto contenía ese líquido amarillento, burbujeante y tóxico que ya corría dentro de sus venas.
Volvió a hiperventilar, sus labios temblaban con el pánico, pero su cuerpo le negaba la capacidad de llorar. Notó por un instante la mirada del hombre; lo podía ver en sus ojos, un tipo de remordimiento que le carcomía por dentro. Era joven, o al menos eso mostraba su mirada de pocas arrugas, que se cruzó con la de Tesa por una fracción de segundo antes rebotar su mirada a la jeringa.
Y entonces fue cuando Tesa lo vio.
¿Había estado ahí todo este tiempo? ¿Había estado parado sin más? Parecía una gárgola, y daba el mismo miedo. Ese traje blanco, ese rostro carente de emociones que de tan solo verlo la puso incómoda. Ni siquiera pudo fingir que no lo había notado.
Todo tenía un lugar en el laboratorio. Los aparatos médicos, las batas blancas, incluso los no-colores de las paredes, de un tono tan estéril que casi brillaba por sí mismo. Pero ese hombre estaba fuera de lugar, terriblemente fuera de lugar. No hacía nada malo - de hecho, no hacía nada. Pero su mera presencia succionaba la energía de aquella escena.
Y no dejaba de ver a Tesa.
— ¿Por qué tardas tanto? — El anciano regañó al doctor más joven.
— Un minuto. — El líquido dejó de burbujear y se asentó en el instrumento, el cual colocó con cuidado en lo que parecía la mano de un robot industrial con forma de brazo que estaba incrustado al suelo, al costado de Tesa. — Preparado, doc.
El anciano tomó control del robot mediante un brazalete metálico. El robot imitaba todos los movimientos del doctor pero con más precisión. El anciano movió su mano en círculos, y el robot lo copió, blandiendo la jeringa por el aire.
— Sí, así está bien. — Dijo el anciano volteando hacia un monitor en la pared, el cual mostraba el punto de vista de la mano del robot, deslizándose calculadamente por debajo de la camilla metálica.
Tesa intentaba controlar su respiración, concentrándose en cualquier otra cosa que no fuera el hombre del fondo, pero su vista siempre regresaba hacia él.
«Yo lo conozco. ¿Quién es él?» Pensó.
— Shhhh, tranquila, ya casi estás del otro lado. — Susurró el doctor joven al agacharse junto a Tesa para comprobar que el robot estuviese en su lugar, intentando que los otros hombres no lo escuchasen. Luego se levantó y se giró para ver el monitor del anciano.
Tesa apenas podía ver la pantalla de reojo sin enfocar bien la vista, pero podía escuchar los motores del robot activándose mientras que el anciano extendía su brazo hacia adelante. En a pantalla notó la enorme punta de la jeringa, y un punto milimétrico justo debajo de la camilla metálica, un agujero que estaba a la altura de su espina dorsal.
La jeringa atravesó el agujero de la camilla y entró sin piedad en su médula espinal, soltando el grotesco líquido con precisión absoluta. Tesa no pudo hacer más que gritar. El ardor recorrió todos sus nervios, desde la espalda hasta las puntas de sus dedos y sintió el líquido actuar casi como si tuviera inteligencia propia por la manera tan controlada en la que se movilizaba. Su cuerpo no apreciaba el líquido intruso, y se lo hacía saber encendiendo todas las alarmas de todos los tipos de dolores que se podían sentir al mismo tiempo. Sentía diez tipos de fuego distintos quemándola en cada nervio, en cada músculo y en cada célula viva y muerta de su cuerpo. Sus músculos se contrajeron involuntariamente como si se estuviese secando desde adentro.
Y ella seguía gritándole a oídos sordos, el hervir dentro de ella no cedía, su cuerpo ya no le respondía, lo único que parecía responderle era su garganta y sus ojos; y su garganta se estaba cerrando, y sus ojos se oscurecían.
— ¡Fue mucho! ¡La estamos perdiendo! — Grito alguno de los hombres, pero a su cabeza ya no le importaba distinguir cuál de los dos era. Sus voces se mezclaban con el sonido de la sangre burbujeando por dentro de sus orejas, que poco a poco la iba dejando más y más sorda.
Los vio correr de lado a lado como hormigas asustadas. Uno de ellos le puso algo en la boca, un respirador transparente; completamente inútil en alguien que había perdido la capacidad de respirar.
Cuando pudo mover sus ojos como un último intento para distinguirlos, solo lo vio a él. Ese traje, ese rostro, esa aura inerte e inmóvil, ¿Pero quién era?
Percibía el movimiento de los otros dos, erráticos y asustados, pero él no se movía… Y le daba escalofríos. Incluso en tal momento, le preocupaba más esa presencia que el aparente hecho de que se estaba muriendo.
Era ese traje, ese rostro, esa aura…
— Tesa. ¡Tesa! — Dijo una voz familiar.
¿Acaso estaba muriéndose de verdad?
¿Quién era aquel hombre?
— Despierta, mi bien despierta. — Volvió a decir.
¿De dónde venía esta voz?
El sonido burbujeante de sus orejas se disolvió lentamente, junto con el dolor.
¿Acaso había muerto ya?
— Mira que ya ehm… que ya anocheció.
Tesa abrió los ojos y sintió el hedor de café caliente. Bug le movía el brazo con gentileza, ella lo vio con sus ojos entrecerrados, incapaz de procesar su sueño. El dolor, las sensaciones, la visión; todo fue demasiado real, lo sintió de verdad, y ya no lo sentía. Se retorció para un lado y se talló los ojos y la cara para desenfadarse del cansancio.
— Te hice algo de desayunar. Bueno, solo es una pasta de microondas, la verdad es que es para lo único que tenía dinero.
— Qué cómodo es este sillón. — Bostezó y se volvió a hacer bolita por dentro de la pesada colcha naranja que se había adjudicado. — Quiero dormir otro rato.
— Qué floja eres. Anda, levántate, tenemos cosas que hacer. — Dijo Bug, que regresaba caminando por detrás del sillón hacia el centro de la sala, dejando la sopa instantánea, una taza de café y unas cuantas servilletas en la mesita frente a ella. — Hoy tenemos el tiempo justo, si quieres puedes dormir cuando vengamos.
Tesa vio la comida, pero luego se sorprendió al ver a Bug sin camisa voltear con ella como presionándola para que se levantara. Ella frunció el ceño, aún adormilada.
— Eres flaco. — Dijo Tesa.
— Si. Come o te vas a quedar igual.
— No, no. Eres MUY flaco. Las cosas que llevabas puestas ayer…
— El traje es, justamente, para no verme tan delgado — interrumpió Bug, yendo hacia el sillón pequeño en el que yacía extendido el mismo traje que llevaba la noche anterior. — A nadie le intimida un tipo flaco pero es bastante útil. Cargas menos peso, corres más rápido, cabes en todos lados…
Tesa por fin se quitó la colcha de encima y se sentó al borde del sillón.
— ¿Y cuándo te peleas con alguien les ganas golpeándolos con tus huesos? — Dijo, sarcástica.
— No peleo. — Tomó una playera de maya metálica delgada y se empezó a forzar dentro de ella. — No me gusta pelear, gastas energía, es una pérdida de tiempo. — Terminó de ajustarse la playera al unirla con los imanes del pantalón que traía puesto debajo de sus jeans grises manchados de polvo.
Tesa tomó la cuchara de plástico y la revolvió en su sopa instantánea, soplando sobre la comida antes de llevársela a la boca.
— ¿Entonces… — dijo ella, masticando su bocado. — Si algún día no llevas toda tú… ehm, todo tu traje raro, te puedo ganar a golpes?
— Si es que logras tirarme el primer golpe antes de que te gane, pero lo veo difícil. — Bug sonrió, ajustándose algo parecido a un chaleco antibalas.
Tesa levantó una ceja.
«No puede ser que se tome tan en serio a sí mismo — pensó, perdiendo la mirada en otro bocado de pasta. — Puede que tenga razón, pero pudo haberse ahorrado el tono tan dramático».
El olor del café le despertaba un cierto tipo de recuerdos mudos, de aquellos que puedes sentir más que recordar. Apenas ese olor era suficiente para transportarla a un lugar seguro en su mente por instantes muy pequeños, pero no podía vislumbrarlo entre la niebla mental que ocultaba cualquier detalle del mismo. Le dio un sorbo con la esperanza de despertar algún recuerdo, pero lo único que logró fue sentir su lengua quemada.
— ¿’Tas bien? — Dijo Bug, burlándose de la mueca de ardor de Tesa.
Ella se limitó a asentir y volver a probar el café con más cuidado. No le parecía correcto mezclar pasta con café, pero tampoco iba a quejarse por sus limitadas opciones culinarias. De todas formas, ¿Qué era ese recuerdo que su mente no la dejaba acceder? Era frustrante saber que debería recordar algo y, aun así, no recordarlo.
El largo sonido de una puerta rechinar le puso los pelos de punta. Mon había salido de su habitación recorriendo el pequeño cubo con esa sonrisa plastificada en su cara.
— ¡Buenos días, Cora! — Saludó a Tesa dando saltitos que apenas y cimbraron el suelo de madera. Sus ligeras piernas metálicas hacían que sus movimientos fueran casi imperceptibles.
En sus manos traía un bulto de ropas negras hechas bolita. Parecía como que ella también ocultaba lo delgada que estaba con un suéter que le quedaba como un vestido holgado.
— ¿Descansaste, Mon? — Preguntó Tesa muy francamente.
— ¡La justicia no descansa, cariño! ¿Crees que iba a poder dormir estando así de emocionada? Llevo despierta casi tres días y mírame, fresca como hielito. — En realidad, lo único que la mantenía despierta era una cantidad inhumana de Glyko en su torrente sanguíneo y una actitud descomunalmente energética (proporcionada también por Glyko), el resto de su cuerpo se veía agotado, incluso sus enormes ojos se hundían en sus cuencas, y Tesa lo notaba. ¿Debería preguntarle más seriamente cómo se sentía? No sabía cómo podría reaccionar, así que se limitó a regalarle una sonrisa en la que casi pudo ocultar la extraña pena que sentía por ella.
Mon puso el bulto de ropa en uno de los espacios libres del sillón.
— Esto es tuyo. — Le indicó Mon. — Holle es un lugar muuuuy pretencioso. La verdad es que no tengo muchísima ropa que te quede, pero, pues te armé algo que no llamara la atención y que fuera uni-talla. Ojalá te guste, ¡ya quiero verterlo puesto!
— Cuarto para las dos de la mañana. — Dijo Bug, colocándose lo último que le quedaba de su traje.
— Ya sé. Ya sé. — Mon rodó los ojos, cambiando su tono de voz a uno de desesperación al responderle a Bug. Regresó la mirada a Tesa y le sonrió. — Nos vamos en veinte minutos, cariño. Procura comer rápido. Mientras terminas iré a cambiarme yo también. — Se dispuso a irse.
— ¡Espera! — Gritó Tesa. — ¿Qué se supone que vamos a hacer ahí? ¿Tienen un plan para entrar? ¿O algo?
— Te lo explicamos en el camino. ¡Desayuna rápido! ¡Ya vengo! — Entró de nuevo a su cueva y azotó la puerta.
Tesa regresó la mirada a su comida y se rascó la cabeza. Bug se sentó en el sillón junto a ella, manteniendo su distancia.
— Así es todo el tiempo — dijo Bug. — Imagínatela cuando no duerme por seis días seguidos.
— Eso es imposible, nadie aguanta tanto tiempo. — Tesa le dio otro bocado a su comida.
— El récord actual creo que son veinte días seguidos sin dormir.
— ¡Veinte! ¿¡Quién quisiera estar veinte días sin dormir!?
— Un niño en España… Si, lo sé. Creo que fue para ver todos los episodios de un programa en tiempo récord, ponía el programa todo el día en sus visores sin pausa, ni de día ni de noche, ni sus papás o sus profes se dieron cuenta. No fue hace mucho tiempo, de hecho. El niño terminó generando paranoia por falta de sueño extrema… bueno, eso creo, ya no recuerdo bien. Lo que sí recuerdo es que los papás fueron a la cárcel por negligencia, fue un escándalo.
Tesa se quedó boquiabierta.
— Sí… así son las cosas a veces — Bug continuó, pausando un instante para respirar profundo. — Imagínate estar tan obsesionado con algo y llevarlo a un punto tan extremo.
«¡Por eso está con Mon! — Pensó Tesa. Analizó la cara que puso Bug al terminar de hablar. — Con razón le soporta tantas cosas. Le debe de tener algún tipo de lástima».
— ¿Por eso la ayudas? — Tesa sopló sobre su taza.
Bug asintió.
— Me… se siente feo verla así. No siempre fue de esta manera, ¿sabes? Tan distante, tan… antes no me odiaba tanto.
Tesa tenía una idea de lo que quería decir en realidad. ¿Quizás sería este un buen momento para preguntar más?
— Huh… yo pensaba que la acompañabas porque te gustaba. ¿Jamás tuvieron algo juntos? — Dijo ella a la vez que tomaba un sorbo de café.
— Claro, de vez en cuando seguimos teniendo sexo, que…
Tesa escupió su sorbo y tosió al ahogarse con el líquido. No esperaba una respuesta tan directa.
— ¿¡Estás bien!? ¿¡Qué te pasó!? — Bug le dio palmaditas en la espalda.
— ¡Bug! Carajo, ¡Podrías ser un poco más discreto!
Él la miró completamente perdido en confusión.
— ¿Qué? ¿Lo dices por lo del sexo?
— ¡Pues claro! ¿Qué otra cosa podría ser?
Tesa terminó de toser y se aclaró la garganta a la vez que Bug hablaba:
— Ay, cálmate, como si fuera algo del otro mundo. Te asustas igual que las viejitas.
— ¡Yo sé que es algo normal, perro! Pero por lo menos no seas tan directo con el tema.
— ¡En serio eres una viejita! ¿Cómo se supone que puedes recordar que el sexo tenía prejuicios si ni siquiera tienes memoria?
Memorias… Pero ella sí tenía memorias…
¡El sueño! Tesa apenas volvía a recordarlo, pero la niebla de su mente ya no le permitía recordarlo con tanta certeza. Recordó lo más relevante, detalles a grandes rasgos; Volvió a ver al hombre, que incluso fuera de sus sueños le provocaba escalofríos.
«¿Quién es ese tipo? — Pensó, envolviéndose a sí misma en sus brazos. — Es importante. Claro que lo es, ¿Pero por qué?»
Debía apartar ese sueño en algún lugar especial de su mente, uno que no pudiese olvidar.
— Mira, en esta época el sexo ya es normal, ¿vale? — Bug no notó la encrucijada dentro de la mente de Tesa y siguió hablando con normalidad. — Creo que en tus tiempos no era tan normal hablarlo tan abiertamente, pero ya no es un tema raro. Muy pocas personas no hablan de sus relaciones abiertamente… ¿Tesa?
— Sí… No sé, solo me parece raro. — Intentó ocultar la verdad de su reacción. — Ehm… Voy a cambiarme de una vez.
— Claro, te dejo. — Se levantó y tomó su casco que había dejado en el sillón pequeño. Presionó un botón en la base de la mandíbula, lo que dividió el casco en secciones más pequeñas y, como si fuera origami, cada pieza se dobló para colapsar en un rectángulo del tamaño de su palma, que guardó en su bolsillo. — Las voy a estar esperando en el sótano del edificio, Mon sabe dónde.
— Ajá…
— ¿Estás bien? Te pusiste pálida, ¿te va a dar otro ataque como el de ayer?
— ¿Eh? Ah, no, es solo que… no sé, me puse a pensar en cosas.
Bug no se lo creyó, pero lo dejó pasar. Tomó sus cosas y se fue sin más.
Tesa examinó el bulto de ropa que le había prestado Mon. ¿O se lo había regalado? De cualquier forma, le pareció algo extraño si el objetivo era pasar sin sospechas. Una falda-short de corte irregular con cadenas plateadas, un top de encaje muy elegante, una mascarilla y medias negras que iban perfectas con las botas que había robado.
«Es ropa de fiesta, no para pasar desapercibidos — Pensó. — Aunque igual se ve genial… Pero muy poco protegido».
Llevó consigo la ropa ante un polvoriento espejo de cuerpo completo pegado en la pared y empezó a modelársela sobre la pijama de dos piezas que le había prestado Bug. Al cambiarse y ver cómo le quedaba todo el conjunto se pudo detener un instante a admirarse. Sabía que no le quedaba mal en lo absoluto, Mon había seleccionado bien la ropa. Escaneó sus botas con la mirada, cómo le quedaban en conjunto con la falda y el top.
Y luego se vio el rostro.
Por primera vez desde su escape se había observado a sí misma, y no recordaba su propia cara.
«¿Quién carajos soy? — Se dijo a sí misma.— Esta gente me ofrece comida, me pide que me una a su pelea como si me conocieran y yo ni siquiera puedo reconocerme a mí misma».
Suspiró… y se miró fijamente en el espejo, con una mirada temerosa, que fue cambiando a una desafiante.
«No lo puedo dejar así. Tengo que saber qué me pasó. No puedo quedarme sin memoria para siempre. Alguien me hizo esto y tengo que saber por qué».
La puerta volvió a Rechinar, y Mon salió con un estilo completamente diferente al de Tesa, con pantalones que la cubrían desde su abdomen hasta sus calcetas, una gabardina corta transparente que debajo tenía un top negro deportivo; aparte, llevaba cadenas, pulseras y aretes plateados.
Gimió un grito ahogado al ver a Tesa, emocionada de verla, usando su cuerpo completo para reflejar su emoción.
—¡Te queda increíble! — Gritó Mon, poniéndose junto a Tesa para verla a través del espejo. — Tengo muy buenos gustos, ¿ah? ¿Tú cómo te sientes?
— La verdad es que sí, si me gusta mucho.
Tesa sonrió y se puso la mascarilla.
— Estoy lista.
CAPÍTULO 2 El aire palpitaba con un ritmo pesado de música sintetizada que se podía escuchar desde lejos.
«Si se puede escuchar tan fuerte desde aquí, me va a dejar sorda cuando entremos». Pensó Tesa mientras veía el acceso trasero del club desde la seguridad del edificio de enfrente, una construcción en obra negra que ni siquiera tenía todas sus ventanas puestas, y las que tenía estaban rotas o manchadas en capas de grafiti. Apenas había un par de empleados cuidando la puerta, podrían quitarlos a la fuerza, pero el plan era entrar desapercibidos. Había que esperar a la distracción.
— ¿Así de simple? — Tesa jugueteaba con un cristal roto sobre el concreto de la ventana.
— Sipi, lo más difícil son las escaleras del final, pero la verdad no creo que nadie nos vaya a poner atención. — Dijo Mon.
Tesa suspiró, recargada en el concreto de la ventana; esperando a que Bug completara su parte del plan. Poco a poco iban botando más detalles de su alrededor que le parecían incorrectos, detalles como que las ruedas del tráiler estuvieran hechas de algo que no fuese caucho. ¿Pero qué era el caucho? Ni siquiera ella misma se sabía responder a algunos de sus pensamientos. Desde que salió del laboratorio, todos los vehículos que había visto eran así, geométricos, con materiales rígidos y reflectantes, incluso en sus ruedas; no tenía razón de pensar que aquellos no eran lo que ella conocía como vehículos y, sin embargo, el sentimiento no se iba.
— ¿Cuánto va a tardar? — Preguntó Tesa.
— Ugh, no lo sé. El hombre se va obsesiona por hacer todo “a la segura” y pierde todo el tiempo del mundo. — Mon estaba concentrada en el display de sus finos visores ovalados, ajustando un objeto minúsculo en sus manos. — No dudes que nos tenga aquí horas esperándolo.
— Bueno, supongo que vale la pena esperar mientras que sea seguro. Ya fueron suficientes riesgos para mí.
Mon se acercó a Tesa entre las sombras del pequeño cubo, parecían los inicios de una cocina con ventana a la calle, todavía había algunos agujeros en el concreto que daban una ligera indicación de dónde debería de conectar cada electrodoméstico. Tesa estaba parada sobre lo que antes pudo ser él lava platos. Cuando sintió la mano de Mon en el hombro, la evadió por instinto.
— Ups, no te quería asustar. — Mon le extendió la huesuda mano a Tesa para entregarle un par de auriculares del color de su piel. — Ten, la música va a estar muy fuerte.
Tesa tomó los aparatos y se los puso.
— No funcionan, escucho igual.
— No los has activado, Cora. — Mon se puso su propio par en los oídos debidamente. — Para activarlos solo tienes que pensar en hacerlo. Son muy responsivos, así que si quieres completo silencio piensa en el silencio. Si solo quieres escuchar voces, piensas en eso, y para apagarlos es igual.
No podría ser tan fácil, ¿o sí? Apenas Tesa pensó en la palabra “encender”, escuchó una nota grave computarizada indicativa de que ahora estaba encendido. Frunció el ceño ante la velocidad a la que una cosa tan insignificante le había leído la mente. Pensó en silencio y el poco sonido ahogado del club se convirtió en una nada; el aire, sus pasos, incluso su propia voz también dejaron de existir. No le pareció natural, le causó pánico no escuchar nada, pero el sonido volvió a la normalidad, incluso sin ella haberlo pedido. El aparato había notado su incomoidad incluso antes de que ella misma pudiese reaccionar.
— ¡Ugh! — Se quitó los audífonos sin siquiera pensarlo.
Mon se burló, en un tono casi irritante.
— Sí, casi nadie aguanta el silencio. Perdón, es costumbre. Cuando te los vuelvas a poner piensa en la sintonía 18, ahí vas a poder seguir escuchando todo pero a un buen volumen.
Tesa tardó en poder ponérselos de nuevo, tuvo que esperar a que su corazón se calmara. Al repetir el proceso y encenderlos pensó en la sintonía 18, pero no notó un cambio muy grande.
— ¿Qué tal ahora? — Dijo Mon, y su voz retumbó con fuerza en el oído de Tesa.
— No funciona, escucho como si me estuvieras gritando.
— Ah, el volumen, espera. — Mon gesticuló con su mano en el aire y el display de sus visores reaccionó ante ella con destellos abstractos. — Mientras estés en esa sintonía vas a poder escucharme a cualquier distancia y a cualquier volumen. Y también a Bug, si es que le da la gana de terminar lo suyo. ¿Me escuchas mejor?
— Mejor. Mucho mejor. — Tesa recargó su espalda en el muro junto a la ventana y cruzó los brazos. No le molestaba esperar, pero le incomodaba el silencio y sintió la curiosidad de preguntar…
— Me quejo mucho de él, ¿ah? — Dijo Mon, casi leyéndole la mente a Tesa de aquello que quería preguntar. — Lo siento, Cariño. No tengo nada en su contra, pero tiende a ser muy sobre protector. No quiere que salga por nada del mundo a menos que sea con él y es me frustra como no te imaginas.
— ¿Así que tú también tienes que pasar todo el tiempo encerrada?
— Meh, al principio fue mi idea quedarme encerrada por la paranoia de que todo el mundo te quiere hacer daño, ya sabes. Pero con el tiempo se me fue quitando. ¿Cómo le voy a sacar secretos al enemigo si no puedo hacer investigaciones de campo, ah? Entiendo que no quiera que me exponga, pero llega a ser cansado. Jamás hubiera aceptado ayudarnos si no hubiese sido por ti, Nena.
— Y yo que creí que él era distinto a…
— Pero bueeeeno, — Mon ignoró a Tesa, titubeando con su visor. — lo que importa es que estamos aquí por fin. No sabes lo mucho que vas a ayudarme. O, realmente, ayudarnos a todos. Reza por que no sea tardado.
— Ojalá que no lo sea. — Tesa sonrió y cruzó los brazos. — Tantos lugares en el mundo y siento que aparecí en el peor de todos.
Mon le sonrió y encogió los hombros.
— Yo no pienso que fue por accidente, Cariño.
Tesa asintió, y luego escuchó una segunda voz en sus auriculares.
— ¿Probando? Probando, probando. Sintonía 18, ¿Me escuchan? En posición. — La voz de Bug sonaba con algo de interferencia digital.
— Te escuchamos. Tranquilo, soldado. — Tesa volvió a ajustarse el aparato en el oído y volteó por la ventana. Los dos vigilantes se vieron entre sí mientras presionaban sus propios auriculares y se iban caminando apresurados por la puerta del acceso trasero, la cual se quiso cerrar automáticamente pero se detuvo, manteniéndose abierta a la mitad.
— Su turno, chicas, las espero.
— ¡Qué gran día! Esta vez no te tardaste taaanto tanto. — Mon caminó por fuera del edificio y analizó la calle por ambos lados. — Es seguro, ¡corre!
Tesa corrió detrás de ella, cruzaron la calle y entraron al club, cerrando la puerta tras de sí.
— Fácil, ¿no? — Bug estaba sobre ellas, asomándose sin casco por el barandal del segundo piso.
Tesa lo vio, y luego bajó su mirada para apreciar el resto del club, con sus paredes de concreto pintadas por las luces rojas que bailaban y palpitaban junto con toda esa gente, al ritmo de la música.
Siguió las indicaciones de Mon y no se le separó. Caminaron entre la multitud, sujetando la mano de ella como una niña pequeña, evitando los pisotones y empujones de quienes al principio intentó no voltear a ver, pero le pareció algo inútil después de notar que todos estaban hundidos en su ritual de baile con las pupilas tan dilatadas que sus ojos reflejaban más tonos negros que blancos. Esos no eran los ojos de personas conscientes, posiblemente no sentían los moretones de su violento baile. No, nadie en el club iba a llamar a la guardia, nadie tendría la capacidad de hacerlo. Forzó sus labios y se tapó la nariz para no tener que oler el humeante hedor a sudor característico de la multitud.
— ¿Ves las escaleras? Ya casi llegamos. — Bug iba detrás de ellas.
Tesa podía distinguir sus gruñidos de incomodidad entre el audio de sus aparatos. Al fondo del club había un set de escaleras metálicas con acceso a un tipo de oficina de ventanales amplios en el segundo piso.
— Ya casi. Ya casi. — Mon iba al frente, empujando hombres y mujeres del doble de su peso y tamaño, cada paso era un esfuerzo monumental para alguien así de pequeña. De todas formas, Mon no gruñía como Bug, ella reservaba su aliento.
— ¡Esta música es vieja! — Gritó Tesa.
— ¿Qué dices? — Dijo Bug.
— Creo que la puedo recordar. El estilo me suena muy familiar, ¡Es música de mí…!
Chocó con Mon, y Bug con ella. Cuando la vieron también notaron a los dos hombres que antes vigilaban la puerta, los únicos dentro del club que estaban perfectamente dentro de sus facultades mentales y de brazos cruzados a apenas un metro de ellos.
Mon se quitó sus auriculares, Tesa la veía mover su cabeza y brazos como gritándoles algo con una rabia propia de Mon, y agradeció no poder escucharla.
Tesa vio a uno de los hombres hablar y se preparó para lo peor al hacer fuerza con sus puños.
— No, No. — Bug la tomó del hombro con suavidad. — Tranquila, no es momento. No son guardias.
— ¿Entonces?
Dos hombres más aparecieron detrás de Bug y lo empujaron para que caminara. Él no se resistió, le dio el paso a Tesa para caminar en grupo. Los dos de adelante tomaron a Mon por sus brazos y la hicieron avanzar mientras ella forcejeaba.
— Puedo hacerlo, va a ser fácil. — Tesa caminó al lado de Bug, viendo al rededor discretamente para buscar más de aquellos hombres pero no vio ninguno.
— No. No es lo que crees. — Dijo, con cierto tono de derrota - ¿O quizás era enojo? — No nos van a hacer daño, solo es un cambio de planes. ¿Ya viste a dónde nos llevan?
Caminaban en la misma dirección que antes.
— Pedí refuerzos — Susurró Bug. — En caso de que algo llegue a pasar.
— ¿Qué?… espera, ¿qué? ¿Quién?
— Solo es en caso de que algo pase.
— ¡Ugh! Hablar contigo es más difícil tirar una pared a golpes.
— Sí, nos llevan con Holle… eso creo.
— ¡¿No se supone que Mon y él eran amigos?!
— ¡No lo sé! ¡Ni siquiera sé qué estamos haciendo aquí! Perdón que no te pueda contestar todo, ¡No soy adivino, carajo! — El hombre que lo seguía por detrás lo empujó amenazando a que guardara silencio — Mira, hay que dejar que fluyan las cosas.
— Ajá, porque eso nos ha funcionado muy bien hasta ahora, ¿no? Su plan super detallado falló en el primer paso y crees que nos va a ir mejor sin un plan.
— ¿Propones algo mejor?
Tesa Suspiró.
— No, honestamente, no tengo nada… ¿Qué opinas de tener una señal para el peligro? Una palabra segura par dejar de… fluir, y empezar a actuar.
— No es mala idea… claro, en caso de que podamos hablar. Que la palabra sea guitarra.
Tesa agitó su cabeza. — Muy común. ¿Te parece bien… Xilófono?
— Xilóf- Xifolo- Xilfofo- uhm…
— … Mejor que sea Guirnalda, ¿vale?
— Guirnalda está bien.
Los hombres levantaron a Mon de ambos brazos como un maniquí de plástico para subir las escaleras. Tesa y Bug subieron sin oponerse.
Bug ladeó la cabeza — Para ser un cambio de planes, la verdad es que vamos bien.
CAPÍTULO 3 Los guardias de incógnito vieron toda la escena, incluso sin haber podido escucharla.
Vieron a la mujer joven siendo cargada por ambos hombres y retorciéndose como endemoniada. Detrás de ella iban los dos sospechosos que estaban buscando. El chico solo se distinguía por su armadura muy mal escondida, pero no había dudas de que la otra mujer era aquella niña que les habían ordenado capturar una noche atrás.
— ¿Esa oficina tiene algún tipo de salida de emergencia? — preguntó uno de los guardias en su auricular.
— Tiene una salida al otro lado del edificio, voy de camino a cubrirla.
— Perfecto. ¿Es prudente acercarnos?
— ¡No! Es peligrosa, guarden su distancia hasta que lleguen los refuerzos, no deben tardar demasiado.
La señal de sus auriculares era transmitida en una frecuencia especial para emergencias de la Guardia. Al momento de que un soldado pide refuerzos, todas sus conversaciones y las de su escuadra se elevan al primer canal de importancia para que no se pierda registro de los eventos. Todas estas conversaciones se mantienen en un registro privado (por obvias razones), pero el acceso a este canal era indispensable para ciertos grupos de criminales. Una frecuencia en la que se podía escuchar todas las decisiones de la Guardia en tiempo real era una pieza táctica de vital importancia para coordinar robos, escapes, asesinatos…
Cualquier amateur podría haberse filtrado en la frecuencia desde una consola básica, y cualquier amateur hubiese sido detectado en menos de un minuto. Interceptar conversaciones privadas de la Guardia sin tener permiso era penalizado con una cálida estancia en prisión de al menos 10 años (por obvias razones). La única manera de entrar sin ser detectado era desde la misma torre de comunicaciones, la cual tenía una protección pésima en comparación con la frecuencia que transmitía.
Su protección consistía en un único Guardia rondando el perímetro de la torre cada 20 minutos y un sistema de cámaras que, en realidad, siempre se mantenían apagadas con la excusa de ahorrar energía. Porque estaban tan confiados en que nadie se atrevería a hackear la torre, que no valía la pena gastar recursos en protegerla.
Se equivocaron.
— Cada quien cubra una entrada — resonó la voz de uno de los Guardias en el casco de Void. — repito, cada quien en una entrada. Si salen antes de que lleguen los refuerzos los tomaremos por sorpresa. Les informaré cada movimiento que vea desde aquí.
Lo habían pensado bien, tenían por lo menos un guardia de incógnito en cada punto importante de Elipse, en cada barrio bajo y también en las colonias ricas. Si alguien veía o escuchaba algo de aquella niña con poderes por lo menos dos escuadrones tendrían acceso directo a ella. Void jamás había escuchado que hicieran tanto esfuerzo por atrapar a alguien - por atrapar a una niña, pero el documento que le fue dado dejaba todo muy claro, sabía que debía de actuar antes que nadie.
No necesitó escuchar más. Desconectó su brazo de la polvorienta consola que yacía debajo de la antena, se levantó y saltó de lo más alto de la torre de comunicación, desplomándose 10 metros hacia el suelo y aterrizando sin provocar más que un ligero flujo de aire. Su motocicleta avanzó hacia ella y, al subirse, ni siquiera tuvo que tocar el manubrio para dirigirla, era la máquina la que se conducía sola, y había trazado su ruta directo hacia Holle.
La guardia tardaría 10 minutos en hacer su movimiento, Ella no debía de tardar más de cinco, No podía arriesgarse a dejar ningún testigo de la Guardia vivo, el resto de personas del lugar no serían un problema, nadie en ese agujero tendría la capacidad de distinguir entre alucinaciones y realidad.