Nenas mexicanas cojiendo

How do different Spanish cultures nickname babies? // ¿Cómo las culturas españolas diferentes apodan los bebés?

2023.11.10 01:26 endblink How do different Spanish cultures nickname babies? // ¿Cómo las culturas españolas diferentes apodan los bebés?

Hi all,
I'm a second generation Spanish speaker in North America. My parents and grandparents are from Spain, but I unfortunately speak Spanish as a second-language speaker. So while I speak it and understand it well enough, sometimes, expressions, slangs and idioms go over my head.
My wife, however, is from Mexico. We recently welcomed our first child and I've noticed that her and her family will nickname our daughter "mama." "Buenos días, mamá," "No llores, mamá," "¿Qué te pasa, mamá?" As a non-natative speaker, this sounds very strange to me: The mother is the mamá.
I asked her if that was a Mexican thing or a "her family" thing or a Spanish thing and she said it's a Spanish thing. That all Spanish cultures nickname their babies "mamá" or "papá" (she says papito is more often used for boys). Thing is, I feel like my family used to say "nena" or "nene"? As in: "Mira la nenita!" But I'm not sure? Is that more of a Spanish from Spain thing?
Well, I was curious, so I'm turning to you, reddit. What Spanish culture are you from and what nicknames do you use for babies? Any help would be very much appreciated. Thanks all!
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¡Hola a todos!
Soy segunda generación de hispanohablantes en América del Norte. Mis padres y abuelos son de España, pero desafortunadamente hablo español como segunda lengua. Así que, aunque hablo y entiendo español suficientemente bien, a veces, las expresiones, las jergas y los modismos se me pasan por la cabeza.
Mi esposa es de México. Recientemente le dimos la bienvenida a nuestra primera hija y me he dado cuenta de que mi esposa y su familia apodarán a nuestra hija "mamá". "Buenos días, mamá", "No llores, mamá", "¿Qué te pasa, mamá?" Como hablante no nativo, esto me suena muy extraño: la madre es la mamá.
Le pregunté si eso era una cosa mexicana o una cosa de "su familia" o una cosa española y me dijo que era una cosa española. Que todas las culturas españolas apodan a sus bebés "mamá" o "papá" (dice que papito se usa más para los niños). ¿Pero siento que mi familia decían "nena" o "nene"? Como: "¡Mira la nenita!" Pero no estoy seguro... ¿Es eso más una cosa de los españoles de España?
Tenía curiosidad, así que me acudo a ti, reddit. ¿De qué cultura española eres y qué apodos usas para los bebés? Cualquier ayuda será muy apreciada. ¡Gracias a todos!
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2023.11.07 04:03 Least_Internal6041 Para los consuls

Hola he vivido en diferentes países y me ha gustado el ambiente consular estoy pensando si vale la pena entrar a trabajar ahí. Se qué hay concursos (aunque la página no está actualizada como desde el 2017) que me recomiendan? Yo ahorita estoy viviendo en Colombia, tengo un bachelors en Estudios Internacionales de EEUU y maestría en Antropología Social de China. Cuales son algunos tips? Puedo trabajar en el consulado del país en el que me encuentro en este momento? Si están buscando gente? El otro día fui a hacer un trámite para hacer a mi nena mexicana y dijeron que no podían renovar el pasaporte de mi niño porque era mucho trabajo en un día… (hablamos con anticipación para pedir cita para la nacionalidad y pasaporte de mi niña) la forma que lo dijeron sonó como que les dio flojera nada más. Por eso me pregunto que si quizá necesitan más personal.
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2023.09.06 23:33 Lucretiamyreflectio Cómo acabar con el monstruo de una vez por todas

I
Cuando Xóchitl Mendoza encontró el libro sepultado en los escombros del área de Humanidades a causa del temblor, supo que cambiaría su vida. Ella quedó bajo su escritorio con los brazos en la nuca. Las paredes de su cubículo la aprisionaron al venirse aquéllas abajo. Como pudo salió de ese minúsculo espacio y se abrió paso empujando los grandes bloques de concreto. De aquella catástrofe sólo obtuvo raspones y algunos golpes nada graves. Todo era blanco a su alrededor. El polvo y la luz del sol inundaban aquel mar de destrucción. Trastabillaba al avanzar, hasta que lo vio sobresaliendo de esa enceguecedora masa nívea. Bastó con verlo ahí, bajo toneladas de papel. Se apresuró a agarrarlo. Intuyó esa sensación extraña antes de abrirlo. Ese día había llegado temprano a la universidad porque viajaría a la Sierra de Puebla junto con Franz Spiegelmann, el coordinador del posgrado en Letras Latinoamericanas del siglo XX, su jefe inmediato. El motivo: un congreso. Ella pensó que tenía ante sí la oportunidad perfecta para conocerlo más. Cuando le presentaron a ese alemán alto de nariz delgada y respingada pensó ‘¡Bahh! otro extranjero perdedor que viene a caer en este país de mierda’. Pero un día, ese desprecio aparente dio paso a una atracción irresistible. Él le hizo un comentario acerca del bolso que traía. Empleó la palabra bonito y con eso fue suficiente para que Xóchitl abriera en su mente de por sí fantasiosa, una posibilidad real de salir con alguien con miras a una relación.
II
“Lo siento, no me interesas”, esta frase atacó directo como un puñal al corazón inflamado de Xóchitl. El temblor había destruido la universidad casi en su totalidad pero el trabajo continuaba por fuera. Las oficinas se habían trasladado a los hogares; los salones de clase, a las cafeterías o restaurantes que habían resistido al embate del sismo. La ciudad completa estaba sumida en un ambiente caliginoso, se respiraba desolación y muerte. Esta situación provocó que la relación laboral se estrechara más entre Xóchitl y Franz. Eso le infundió un entusiasmo inusitado que la decidió a actuar. Lo tenía cara a cara, a unos cuantos centímetros. Cruzó el límite e intentó besarlo. La respuesta llegó como agua helada. Después de sonrojarse por tal atrevimiento lo único que dijo fue ‘Discúlpame’ y se entregó a la revisión de documentos con ahínco. Era como si ese paraíso multicolor que iba construyendo de pronto se vio opacado por una bruma gris que marchita todo a su paso. Se sintió como la ciudad que acababa de ser sacudida por un terremoto: devastada, destruida. Deseó en ese instante que el temblor volviera para que la tierra se abriera y la tragara.
III
Pero su nombre era prehispánico ¿no es eso lo que tanto les encanta a los europeos? Xóchitl se miró al espejo: Piel morena clara, cejas pobladas, mirar café, cabello azabache y quebradizo. Todo estaba en orden pero algo brotó ante ella como un demonio surgido del abismo. Eso que marcó su infancia. El tío Henry, cuñado de su madre, marido de su tía Refugio, quien a los veinte años decidió emigrar a Estados Unidos. Allá conoció a ese gringuito alegre pero torpe para el idioma español. Un sujeto simpático, exitoso y...débil ante todo lo que oliera a mujer. Dolorosamente lo vivió y entendió desde niña. Un estigma, una huella, un acto deleznable con el que ha lidiado y tratado de enterrar sin conseguirlo. El recuerdo la seguía perturbando haciendo mella en su inconsciente. A veces despertaba en la mitad de la noche gritando y agitando brazos y piernas, como queriendo deshacerse de algo que la sujetaba. La furia se apoderó de su espíritu ahí frente al espejo y explotó violentamente arremetiendo contra éste haciéndolo añicos. Lloró. Volvía a sentirse sucia.
IV
“¿Cómo que te vas?,” le preguntó Spiegelmann abriendo sus grandes ojos verdes “¿A qué irás a Aguascalientes?”. Xóchitl le había presentado su renuncia al mes siguiente de que el temblor acabara con media ciudad y de que él... la rechazara. “Necesito reposo, el médico lo ordenó”, mintió ella. Pero él ignoraba acerca del libro que su asistente encontró bajo los escombros de la oficina y el hecho de que ella quedó fascinada con lo que leyó en las páginas del capítulo XIII. El libro se titulaba Historias Oscuras, no traía autor. Sus pastas eran negras y un extraño símbolo plateado sobresalía a modo de relieve en la cubierta. De la página 123 a la 140, se hablaba de un símbolo mexicano por excelencia en Día de muertos: la Catrina. Ese esqueleto con vestido y sombrero elegante, invento de J.G.P. y que Diego Rivera le dio cuerpo en su famosísima pintura Sueño de una tarde dominical en la alameda central. Pero ahí no quedaba todo. El texto daba una serie de argumentos que afirmaban la existencia real de la Catrina:
Respecto a su muerte, hay un halo de misterio, pues ocurrió en circunstancias poco claras. Mientras algunos historiadores dicen que murió por causas naturales, algunos investigadores y folcloristas afirman que fue asesinada. Otros más, apuntan a un suicidio.
Xóchitl encontró más detalles: que fue una mujer desafortunada cuya vida estuvo llena de calvarios y sufrimientos; que era una dama de alcurnia del siglo XIX que vivió en la capital de ese estado. A pesar de ser mestiza, renegaba de su raíz indígena reafirmando su devoción por lo europeo, lo cual reflejaba en su ropaje. Asimismo, el texto mostraba indicios acerca de los lugares en los cuales podrían estar escondidos los restos de Silvana Bocanegra, la Catrina, cuyo paradero nunca se supo. J.G.P. nació en Aguascalientes y, según el texto, pudo haber conocido a esta mujer por quien se dice, sintió un gran afecto y a su muerte, decidió inmortalizarla en su famoso grabado.
V
Era 31 de octubre. En el garaje, abuela y mamá estaban dando los últimos toques a la ofrenda familiar. Colocaban flores de cempasúchil, comida y calaveritas de azúcar. En la sala, se encontraba papá junto con dos tíos. Y la pequeña Xóchitl, en su recámara jugando con sus muñecas. Una de ellas, un esqueleto cubierto por un enorme y hermoso vestido floreado y en cuyo cráneo sobresalía un gran sombrero. Era un regalo de su abuela. “Soy la reina”. En eso, su padre la llamó desde la sala. Bajó corriendo las escaleras y lo primero que vio la dejó helada. Ahí, a unos cuantos pasos, de pie frente a ella, el monstruo. Era tan alto como su padre y sus otros tíos. Sus descomunales pupilas azules la miraban con concupiscencia. Ella se puso a temblar. Bajó la mirada. No soportaba que la viera. “Saluda a tu tío Henry, nena”. Xóchitl permaneció callada y cabizbaja. “Mira lo que te trajo de Las Vegas”, “Hola, prrimor ¿te gustan?”.
VI
Henry le ofreció una bruja vestida de morado, una calabaza sonriente color naranja y un vampiro colmilludo, todos de peluche y típicos de Halloween. Xóchitl dio un paso atrás sin levantar la vista. “No seas grosera con tu tío, agárralos”. “No quiero”. Papá, que estaba al otro lado de la sala, se acercó a la pequeña y la agarró del brazo para obligarla a recibir los muñecos “¡Anda, acéptalos!” Xóchitl hubiera aguantado todo menos la cercanía y el contacto físico con el tío gabacho. Eso la alteraba sobremanera ¿cómo evitarlo? Porque se acordaba de esa ocasión cuando Henry, el monstruo,entró a su recámara, puso el seguro y…
VII
“Acabaré con el monstruo”, dijo Xóchitl mientras arremetía contra los muñecos de peluche que descansaban en el sofá. La sala estaba desierta. Los adultos se habían reunido en el patio. Después de manotear y tirar los muñecos que el tío Henry le obsequió, se subió corriendo a su recámara. Papá fue tras ella. “Te quedarás aquí sin comer, estás castigada ¿me entendiste?” Xóchitl estalló en lágrimas. Lloró y lloró hasta que le dolieron los ojos. La calma tardó en llegar y con ella el sueño. Se vio repentinamente en un panteón lleno de niebla. De pronto, una bandada de murciélagos y cientos de fantasmas blancos pasaron volando sobre su cabeza. Abrían sus enormes bocas para mostrar unos dientes negros y horribles. De las tumbas salían enormes arañas negras con ojos rojos. Escuchó risas por todos lados. “¿Mamá? ¿Papá? ¿Abuelita? ¿Dónde están?”. Las carcajadas se oyeron más fuertes. La niebla se disipó y vio una silueta azul luminosa que iba creciendo conforme ella se acercaba. Tomó forma de un espantoso ser. Su cara era rechoncha. De inmediato lo reconoció. “VEN PRRIMOR, VAMOS A DIVERTIRRRNOS” “¡¡NOOOO!!”. El monstruo trató de alcanzarla pero ella dio vuelta y se echó a correr. “VEN, TE ENCANTARAAAÁ” “¡MAMAAÁ, PAPAAAÁ! ¡AYÚDENMEEEE!”. Tropezó con una loza y cayó. Una luz amarilla la despertó. Se levantó y se vio rodeada por un jardín bañado en luz de sol y repleto de flores multicolor. “Todo estará bien, tranquila”, le susurró una voz femenina en tono suave. La figura se fue dibujando al aproximarse. Su sombrero y su vestido se recortaron en esa masa luminosa. Era su muñeca. Había cobrado vida. Caminaba y hablaba. Tenía el tamaño de su madre. “¡Sepúltalo, pequeña! La tierra se encargará del resto”. La pequeña Xóchitl la miró boquiabierta, inmóvil. “Entiérralo. Acaba con él de una vez por todas. Te ayudaré.” le advirtió la Catrina mientras se desvanecía en el aire.
VIII
Despertó en su habitación. Miró la repisa. Su muñeca estaba ahí como si hubiera observado todo. ‘Sí, lo haré’. Acto seguido la tomó y salió del cuarto. Se dirigió a la sala. E hizo su deber una vez que se encontró con sus enemigos, los de Halloween. Porque el Halloween es norteamericano y ella odiaba todo lo que viniera de ese país horrible, el país del monstruo. “¡¡¡Te daré tu merecido, toma, toma!!! ¡¡¡Acabaré contigo también, toma toma!!!“. La figura delgada de la Catrina daba “patadas y golpes” a sus contrincantes. Más de una vez salieron volando y más de una vez la reina volvía al ataque. “Ya están muertos, no volverán”. Después de abatir a la bruja, a la calabaza y al vampiro, los metió en una bolsa para después alcanzar la calle por la puerta trasera. Nadie se daría cuenta de su ausencia. Todo se llevaría a cabo en un santiamén. A media cuadra de su casa estaba el parque. Llegó a un sitio poco concurrido, junto a un gigantesco árbol. Cavó un hoyo. “Adiós para siempre, monstruo”. Los intrusos fueron lanzados a las negras profundidades. El miedo se alejó de ella. Dio un respiro. Regresó a su casa con paso firme y decidido. Si la descubrían, no le importaría otro castigo.
IX
“Eso es mentira, señorita”, le dijo Renata Fuentes P. a una Xóchitl terca y visiblemente irritada por la actitud soberbia de la sobrina nieta del famoso grabador. La mujer la recibió pensando que se trataba de un trabajo de investigación. “Se perdieron los documentos con el temblor, disculpe usted si no le entrego el papel donde así lo consta” “No se preocupe, ¿en qué le puedo ayudar?”. El mapa en el libro indicaba como primer punto para seguir la pista de la Catrina la ciudad de Aguascalientes, específicamente en el barrio de San Marcos. Después de la renuncia, Xóchitl Mendoza se entregó a la noble tarea de recabar todos los datos posibles acerca del paradero de los descendientes de J.G.P. Al llegar a tierra de hidrocálidos tuvo que preguntar casa por casa. El lugar tenía ese toque colonial en su arquitectura que le da a la provincia mexicana un respiro en el tiempo. Se topó entonces con esa vivienda de dos pisos, descarapelada y enmohecida. “Mi tío abuelo nunca conoció a esa tal Silvana Bocanegra ¿quién le dijo todo eso?” “Mire, cuento con fuentes fidedignas, si usted me pudiera dar una pista acerca del lugar donde está enterrada créame, será un gran hallazgo para la historia de este país, una gran revolución cultural en la vida de México” “Pero la Catrina es un invento, señorita. Eso que leyó son puras patrañas ¿cómo se llama el libro donde vio esa información?” “No puedo decírselo. Prefiero reservar mis fuentes, lo siento”. Retroceso. Pero no se daría por vencida tan fácil. Se retiró no sin antes darle un gracias con enfado. A la salida, un anciano harapiento se le acercó para susurrarle casi en secreto: “Sé lo que busca, yo le diré dónde puede encontrarla”. No le puso atención y siguió caminando por la estrecha acera empedrada de aquella calle pintoresca. “Usted viene de México ¿verdad?”. Xóchitl apresuró el paso sin voltear. “Le diré el sitio exacto y si me permite, la llevaré adonde descansan los restos de Silvana Bocanegra, la Catrina”. Ella se detuvo de pronto y lo miró. “¿Escuchó mi conversación con esa mujer?” “¿Yo??? ¿Cómo podría haberlo hecho? Aquí las paredes no son como las personas porque no comparten nada de lo que oyen, se guardan para sí lo que captan a su alrededor, lo que perciben del mundo.” “¿Entonces cómo lo sabe?” ”Lo sé porque yo sé todo, señorita, por cierto, ¿cómo está todo en la capital? ¿Muchos muertos por el temblor?” “¿Pues no que sabe todo? Usted dígamelo”. Xóchitl sintió un escalofrío extraño. El anciano cojeaba de su lado derecho. Despedía un olor nauseabundo. Al hablar dejaba entrever la encía carente de dentadura. Esto le provocó tanto asco a Xóchitl que hizo una mueca de desagrado. “Entonces ¿qué ha decidido?”. La tarde era calurosa. El azul y las nubes brillaban con el sol resplandeciente de octubre cuyos rayos eran pálidos, luz solar de otoño. “Supongo que aceptaré su ayuda ¿cuánto quiere?” “Le diré después. Ahora tenemos que ir a la terminal de autobuses”. No se percató de que alguien los espiaba desde una ventana mientras se alejaron.
X
Franz Spiegelmann abrió su correo electrónico esa mañana en su departamento en la colonia Escandón. De todos los mensajes sin abrir, uno le llamó la atención. Remitente: X. M. C. Asunto: Haré un gran descubrimiento, lee por favor. Al dar click y ver el enorme cuerpo del mensaje, optó por cerrarlo. Mal momento para atender un asunto que seguramente no tendría la misma importancia que la de preparar las clases y organizarse con el jefe de área para las actividades semanales. La situación aún era un caos. El trimestre estaba por terminar, decenas de documentos se perdieron con el derrumbe de edificios completos, incluyendo aulas y las oficinas del rector. Al abrir el ventanal, el ruido de los taladros entró de lleno, cosa que le molestó. El olor a polvo y a cadáver persistía. La ciudad era un despojo reviviendo de entre las cenizas, como el ave fénix. Contemplar la urbe así, llena de casas y construcciones abandonadas o parcialmente destruidas, con albañiles y empleados de Protección Civil lo hizo verse de pronto en un apocalipsis, pero nada se comparaba con las fotos que había visto de pequeño en Marburg, su tierra natal. El horror de la guerra. La persecución nazi. Sus tíos y abuelos lo vivieron en carne propia. Tema prohibido en la familia ¿Vergüenza, odio? Prefería no pensar en ello. Lo cierto es que su inclinación por lo latinoamericano y, en especial por la cultura mexicana, le interesó desde la adolescencia. Y allí estaba ahora, en ese país que le abrió las puertas, contemplando la fortaleza de una sociedad ajena al holocausto pero que ya conocía dos tipos de sufrimiento: la impuesta por la naturaleza y la infligida por el hombre. Contra viento y marea esa sociedad se levantaba y luchaba, cosa que admiraba. Pero el paso del temblor seguía ahí, aferrado, como reclamándole su decisión de haber abandonado Alemania. Porque eso es lo que deja un temblor: huellas. Algunas son reparadas, otras causan tanto daño que es imposible sanarlas. El suelo debía cimbrarse para ahondar más las grietas existentes o generar nuevas. Porque un terremoto siempre le echará en cara a las personas cosas del alma, de la mente. Franz pensaba en todo ello hasta que el timbre de su celular lo sacó de sus meditaciones.
XI
5 de noviembre
Encuentran el cuerpo de una mujer en un paraje solitario cerca de Calvillo
Alrededor de las 17 hrs. la policía municipal atendió el llamado de varios vecinos que encontraron el cadáver de una persona en medio de un sembradío. Fue identificada como Xóchitl Mendoza Córdoba, de 35 años de edad, originaria de la ciudad de México. Las primeras investigaciones arrojan que fue golpeada y torturada numerosas veces antes de ser estrangulada. La identificación fue posible gracias a que el administrador del hotel donde se hospedaba notó que la hoy occisa no había llegado en más de 48 horas y que sus pertenencias aún permanecían en la habitación, en la cual, la policía encontró una identificación suya. La víctima fue vista por última vez la mañana del 3 de noviembre cuando salió acompañada de una mujer que también se hospedaba en el mismo hotel. La mujer regresó ese mismo día a las 8 de la noche sola. Sacó sus cosas y desapareció. Por su parte, los habitantes cercanos al lugar donde encontraron el cuerpo de Xóchitl afirman que nunca escucharon ni vieron nada extraño. Se presume feminicidio. Se busca ya a la misteriosa mujer que la acompañaba…
XII
‘Tonterías, aquí hay algo más’, pensó el comandante Sergio Vélez que decidió llevar el caso. “Para mí que esto es obra de alguien con altos niveles”. Suspiró. Repasó en su cabeza todo aquello que le tocó vivir desde que entró al cuerpo policiaco. Desde jóvenes desorientados y drogadictos creyentes de Satanás que sacrifican animales hasta hordas de amas de casa que queman vivas lechuzas por considerarlas criaturas diabólicas. El Bajío estaba lleno de ese tipo de cosas. Aún persistía entre la gente esa clase de supersticiones. ‘La ignorancia es el mayor mal de la humanidad’, pensaba Vélez. Para él nada debía ser descartado. Todo es posible en un mundo demente, retorcido y cruel. “Aquí le traigo copia de los mensajes que pudimos recuperar del correo electrónico de la muertita” “¿Encontraste algo?” “La verdad no entendí ni jota, creo que la difunta estaba loca pero da nombres, chéquele”.
XIII
“Estimado Franz, espero te encuentres bien. Te escribo porque creo que eres la persona indicada para saberlo. Seré sincera contigo. El viaje a la sierra de Puebla representaba mucho para mí porque quería conocerte más. Sí, me gustabas y malinterpreté tus atenciones como un coqueteo. ¡Qué equivocada estaba! Ahora lo veo todo con claridad. Porque lo que sentí por ti no fue más que ilusión y te confieso, cierta atracción física. Porque a pesar de un pasado doloroso y traumático (que no contaré ahora) llegué a sentirme otra persona con el transcurrir de los años. Aprendí a superar mis miedos y salir de ese encierro que me aprisionaba. Un hecho en mi infancia me marcó pero también en ella di el primer paso. Y ese mismo impulso me hizo embarcarme en un proyecto que confieso, es descabellado. Me he propuesto encontrar los restos de Silvana Bocanegra, la mujer que inspiró a J.G.P. para crear a la Catrina. Encontrarla para mí significa mucho porque le dará sentido a mi vida y responderá preguntas. Por cierto ¿sabías que Silvana quiere decir en latín guardiana de los bosques? Bueno, el caso es que ahora estoy en León, Guanajuato, donde J.G.P. dio clases de litografía en la preparatoria de esta ciudad. Un sujeto me trajo aquí y además coincide con el mapa que saqué de un libro cuya historia después sabrás. Ahorita estoy gestionando todo para recuperar los restos de la Catrina. Les dije que es para una investigación antropológica que llevará a cabo la universidad. No sabes qué emoción tengo.”
“Saludos, estimado Franz. Estoy desconcertada, desilusionada y con mucho enojo. Sólo encontré algunos restos. Regresé a Aguascalientes con la esperanza de hallar los demás. Fui al Museo Negro, hablé con el director, un tal Moisés Cazares Venegas, y me dijo que el nombre de ella era Inés López Alatriste. La historia que me contó en nada se parece a la de Silvana. Al contrario de esta última, Inés fue una mujer pobre que vivió en la Ciudad de México y a la cual conoció el propio J.G.P. cuando se fue a vivir allá. Ante su insistencia por conocer la fuente de mis datos, le revelé el nombre del libro. Me preguntó si lo llevaba conmigo. Lo negué. Cuando le cuestioné sobre los restos de la tal Inés, me dijo que desconocía esa información. Le pregunté si sabía de algún nieto o pariente vivo de esta mujer. Me dio una dirección en Cuernavaca. Obvio, este sitio no aparece en el mapa, del cual tengo una copia. Te diré que el libro lo dejé en México. Sólo cargo con mis apuntes y mi iPad donde compilé información de internet. Hice una nueva búsqueda con ese nombre. No encontré gran cosa. No sé qué hacer. Creo que dejaré esto en paz y me olvidaré de todo. Por cierto, los huesos que encontré los tengo guardados en una bodega de la cual estoy pagando renta. Soy la única persona con acceso a ella. Hay algo más: desde que me encontré al vagabundo en San Marcos (el que me llevó a León y gracias al cual encontré los huesos) he tenido la sensación de que alguien me sigue. Lo más extraño de todo esto es que el tipo, así como apareció se esfumó una vez llegados al cementerio municipal.”
“Hola, Franz. Otra vez yo. Mi alegría no puede ser mayor. Me trasladé a Cuernavaca. Conocí a Marisol Hernández Huerta, la tátara sobrina-nieta de la Catrina, y me confirmó lo que tanto ansiaba saber: que la verdadera Catrina sí fue Silvana Bocanegra. Que pertenecía a la esfera alta de Aguascalientes. Que por motivos desconocidos tuvo que huir a la Ciudad de México y cambiar su nombre por el de Inés López Alatriste. Que el gobierno le ofreció protección, dado que su familia mantenía estrechas relaciones con la clase política del país. Cuando le dije que encontré algunos restos de ella casi se desmaya y hasta se puso a llorar de la emoción. Me dijo que llevaba años buscando recuperar los restos completos de su tátara-tía/abuela. Que cuando fue la revolución de 1910, la casa donde se encontraba refugiada fue atacada por los rebeldes. Cuando la familia se trasladó a la capital en su búsqueda, sólo encontraron parte del tórax y el cráneo. Pero ella murió años antes, quizá algunas décadas atrás. La pregunta es ¿Quién encontró los otros restos y por qué fueron llevados a León? Como sea, he encontrado en Marisol una aliada, si vieras lo amable que ha sido conmigo. El próximo domingo me llevará al sitio donde tiene resguardados el tórax, el cráneo y lo demás. La próxima semana iremos con un experto para que analice los que yo tengo y así confirmar que son, o fueron de Inés o Silvana o como se llame. Te juro que estoy hecha un manojo de nervios.”
“¡Hola!!! Estoy nuevamente en Aguascalientes. Vine con Marisol. Fue un día espléndido. Fuimos a un festival que se realiza todos los años con motivo del Día de muertos. No sabes qué espectáculo tan bello y hermoso. Lleno de colorido, música y gente disfrazada con sus máscaras de calavera. Lo mejor fue el desfile de Catrinas. Algunas pequeñas, otras gigantes como un edificio. Creo que ha sido el mejor día de mi vida. Hubiera sido perfecto de no ser porque entre la multitud vi al director del museo… sí, ese tipo prepotente que visité el otro día. Me miraba de lejos y le decía algo a otra persona junto a él. Los dos me veían. Y por si fuera poco, también vi al vagabundo. El muy atrevido me hizo señales, como diciendo ‘ven, ven’. Por supuesto, no le presté atención. Y creo que mi acompañante no se dio cuenta. No quise mencionarle nada, así que ambas nos entregamos a la algarabía callejera del festival. Me siento muy contenta, es como si experimentara la libertad en su plenitud, creo que si me dieran a escoger el día para morir, sería hoy y en este momento. Pero todavía no. Tengo que cumplir una misión. Aún tengo que mostrarle a Marisol los restos que recuperé. Te escribo en cuatro días, ya que las siguientes setenta y dos horas estaré muy ocupada.”
XIV
Semanas después, Sergio Vélez fue removido de su cargo. Llegó el nuevo jefe de homicidios, Guillermo Pantoja, y le dio carpetazo al asunto. La conclusión del caso Xóchitl Mendoza Córdoba: crimen pasional. A raíz de ciertas llamadas y correos intimidatorios, lo que menos quería Pantoja era meterse en problemas y terminar como las personas “levantadas”. Tenía esposa e hijos. Debía pensar en ellos.
FIN
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